domingo, 20 de febrero de 2011

De cuando la Correteadora se encuentra al corazoncito con cáncer de ausencia

Tercera parte (pendientes de la segunda)

Eran los días esos de cuando la correteadora empezaba su camino, que se encontró al corazoncito con cáncer de ausencia. Él le había invitado a compartir un pan, que porque la vio muy cansada y hablando y comiendo le dijo que si lo llevaba con ella, pues le contaba su historia. Ella que andaba recolectando cosas para llevarle al sol, se lo metió en su bolsa del pantalón, en la derecha, claro, donde van los corazones que son derechos y que pues tiene cáncer de ausencia.

Una noche en que no ocurrió mucho durante el caminar, mientras comía bajo un árbol de esos medio pandos que crecen cerca de dónde pasan los vientos alisios, lo saco de su bolsa y le dijo: bueno mi corazoncito derecho, ya va siendo hora que me cuentes tu historia. El corazoncito remendado se ruborizó entre las costuras y le dijo un poco avergonzado: veras mi niña, la verdad es que no me acuerdo, cuando te encontré en el camino hacia mucho o poco, no sé, que vagaba por ahí, solo sé que mi dueña me abandonó, se que es dueña porque lo siento, o lo sentí cuando te vi acercarte.

La correteadora se quedo unos segundos pensativa y luego le dijo incrédula: ¿corazoncito, como es que no te acuerdas?
-Así nada más mi niña, yo no tengo antes de vos, memoria de nada... mmm, pero llevo acá unas hojas que creo dicen cual es mi memoria. No puedo leerlas porque no recuerdo tampoco cómo se hace eso.

La correteadora tomó las hojas, que eran eso, hojas de palo de hule, unas bien grandótas, grandótas. Y mientras se preguntaba como es que el corazoncito siendo tan chiquito podía llevar esas hojas, le preguntó si se las podía leer. Y él un poco tímido contestó que estaba bien.

(en las hojas del palo de hule)
Durante algún tiempo nos vimos, muchas veces, nos veíamos, nos mirábamos, y hasta nos tragábamos, glu glu glu, nos bebíamos.

Tarde era ya, como siempre pasa cuando pasa y sólo es ver. Se sentó junto a mí, cerquita, cerquita se sentó. Al rato saque mi corazón y se lo dí.  Y él, porque era un él, no me vio más a mi y se quedo embelesado con mi rojo corazón. Un tiempo pasó y de algún lugar sacó unas tijeras enormes, empezó a cortar mi corazón, con migo ahí, expectante, cómplice, embelesada un poco quizá. Cuando ya estaba cortando el último trozo, un fuerte dolor me atravesó todo el cuerpo, salí de mi pasmo, tomé todos los pedazos de mi pobre corazón y corrí, corrí, corrí... fue entonces que lo ví, a ese que nunca pensé ver, a quien nunca intente encontrar, en quien pensé que no me iba a fijar. Tenía en sus manos una enorme aguja y mucho hilo laaaargo y fuerte. Me sonrió, tiernamente, lindamente me sonrió. Mi corazón se estremeció en todas sus partes, puc, puc, puc, puc, cada pedacito, cada retacito. Envuelta en la ternura de sus ojos me dirigí a ese que no pensé jamás ver y en sus manos entregué mi, más que roto, cortado corazón. Uno a uno coció sus partes, con cuidado, con cariños, los fue pegando, cuando estaba a punto de pegar el último, lo tomó y se lo metió, zaz, zas zas, ¡se lo metió a su boca! Y luego sin mas lo escupió, -guácala, está crudo. Dijo el infeliz. Encendió una hoguera y tiro todo mi corazón ahí. Yo grite horrorizada, indignada haaaaaaaa. Y entonces corazoncito mio te saqué. Pegué el pedazo escupido, te limpie, cure tus heridas. Sí corazón, estabas todo sellado, como cauterizado, con cicatrices por todos lados y entonces te lleve al doctor de corazones. Él doctor te examinó, te tuvo en gran observación, te hizo exámenes y te sacó muestras, te miró en todo aparato que encontró... hasta que me dijo: su corazón no tiene remedio, ya no es capaz de recordar, tiene olvido, si, esta en etapa terminal... su corazón tiene cáncer de ausencia. Yo me puse muy, muy triste corazón. Entonces te tomé de vuelta, te besé, te llore y te dejé en un poniente, para que murieras solo, ahí justo donde se pone el sol y me fui a donde se van los que no tiene corazón, a ninguna parte, así es mi hermoso corazón.

La correteadora terminó de leer y dirigió al corazoncito con cáncer una muy lastimera mirada, esas que salen del corazón izquierdo a los que solo son ya derechos.

Él, el que ya no recuerda, al que le dejaron de pasar, quiso llorar, pero eso también lo había olvidado.

Entonces la Niña Correteadora del Sol le dijo a su amigo: Sabés, hice bien yo en traerte con migo. Vos y yo tenemos muchas cosas en común, por los dos se dieron los demás por vencidos y ahora juntos nos vamos en busca del Sol. Yo para que me deje vivir en los atardeceres y vos para que con su calorcito te cure las ausencias...

Entonces como cada día vio al poniente, ya era hora de empezar la marcha, el sol empezaba a salir. Recogió todo muy rápido y empezó, una vez más el corretear de cada día.

Mientras iniciaba la marcha, el corazón izquierdo de la Niña, le dijo que estaba bien haberlo puesto al otro, al lado derecho en su bolsa, porque bien ella sabia, que con el andar rumbo al sol, en el pas, pas de cada día, el cáncer ese se cura y a lo mejor un día podía el que tiene ausencia volver a pasar, a que le pasen las cosas, a recordar y entonces volvería quizá a ser lo que un corazón es: izquierdo.

1 comentario:

  1. vos mia. felicidades por tu blog
    eso me dice que tu corazón florece como con tu vida llenas todo nuestro alrededor

    ResponderEliminar