viernes, 30 de diciembre de 2011

Ella

Ayer Ella se vio al espejo
era tarde, no sé
lo que no sabría ni el tiempo es
¿para qué o tarde para quién?
El espejo desconcertado por los ojos que le pedían respuestas
se tiró una carcajada que golpeo a los amargos ojos en la memoria
y les hizo ver un tardecer de palmeras,
   ancianos,
   cuentos,
   libros
      magia en las manos…
y le pasó por el corazón todo aquello
que siempre en los eternos de la niñez quiso ser.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Azar o destino


Veo mis manos
vacías de azar

ven tus ojos
sin destino al camino

veo en tus pies
pasos certeros
junto a los tuyos,
los míos haciendo camino

mañana será tarde
para luchar
por eso empezamos ayer

veo tu manos
vacías de destino
y en mis ojos
el azar ni tiene cupo

tu mano, con la mía
juntas,
entrelazadas,
trenadas,
no hay azar
no hay destino

sólo la certeza
de una lucha sin tregua,
sólo la certeza
que nada podrá parar
lo que vos y yo queramos que nunca pare
-ocutubre 2011

Un verde ó verde I

Estoy hecha de verdes
de muchos verdes
casi todos los verdes

y cuando sueño lo hago en verde
y si construyo es un verde

árboles
montañas
barrancos
verdes, verdes, verdes, verdes
siempre verdes

y de ver lo verde
algún tono le ha quedado a la mirada

¿Y a vos?
verde te quiero
en cualquiera de sus tonos
y tu lucha es verde
y tu sueño verde es también

verde absurdamente rebelde
verde estrictamente irreverente
abusivo verde
hermoso verde

te quiero verde...
-octubre 2011-

Renacimeinto


Vio sus manos
y sintió en todo su cuerpo la impotencia.

Vio sus pies
y sintió en toda su cabeza una juventud cansada.

Se vio hacia dentro.

...y sintió que algo había muerto dentro de ella.

Entonces vio hacia atrás,
y sintió vergüenza.

supo entonces que nuevas cosas nacieron ella…

Y sí



Y si pudieran
    mis ojos ver hacia otro lugar
Y si el dolor
    abandonara las tristes calles de mi ciudad
Y si la tristeza dejara de ser esa niña insolente en el cuerpo de la gente

Si tan sólo pudiera alguien responder,
   decirme que pasó…
   decirnos que pasó.

Si por un segundo el dolor se fuera,
     y en algún lugar,
         un abrazo,
           un camino,
              un sendero

Si tan sólo…
          la tristeza dejara de ser esa niña insolente en el cuerpo de la gente

La historia sin moral, tabu o queja

Esta es la historia de Juanno el que vendía huevos de gallina. Era una vez un tal Juanno , que tenia media docena de gallinas y un gallo. Juanno iba por las calles del centro de una ciudad chiquita, El Pueblón le decían. Juanno llevaba empujada una carreta de supermercado grande y arreglada como gallinero, en ella llevaba su media docena de gallinas (al gallo lo dejaba en casa, reponiéndose para la ardua tarea de hacer la magia montada de la reproducción ovípara) y gritaba a todo pulmón: huevos frescos, va llevar su huevos frescos de gallina de Pueblón, venga, venga, lleve sus huevos frescos.
Juanno iba por ahí con los pies descalzos, que porque le daba vértigo no sentir la tierra. Una mañana muy polvorosa, que podía haber sido un febrero o un marzo, Juanno se encontraba sentado a orillas de la fuente principal de El Pueblón, tenía su pie izquierdo sujeto con las dos manos y hacia gestos contusos y contorsionados. En ese momento pasaba en casualidad Pedrosi, un muchacho socarrón, que vendía leche de cabra, mientras arriaba amenazante su rebaño por El Pueblon, al verlo le dijo: Vos Juanno, ¿qué te paso pues? ¿por qué haces esas caras? ¿por qué no andás vendiendo tus huevos? ¿dónde esta tu gallinero? Juanno dejó su pie al ver a Pedrosí y le dijo mientras se ponía en pie: Las gallinas las dejé encargadas con la vendedora de versos del semáforo en la esquina, es que una espina se me metió en el pie y la busco, la busco y no la encuentro. A lo que Pedrosí contesto: mmmm, tené cuidado Juanno, que dicen que una espina perdida se va como herida y sin salida a instalarse al corazón. Los vendedores se vieron sin más, y en lugares diferentes se pusieron a caminar.
Desde entonces cuentan que Juanno vive en olvido (una cantina sin sentido), y tras copa y copa de licor de clavo y jengibre gime sin parar que una espina se le clavo en el corazón y que ni el olvido ni el clavo se la logran arrancar. La vendedora de versos que de gallinas no sabía, ha hecho caldo para la goma y no ha parado de versar. Pedrosí ya hace quesos y el negocio dicen que va para más.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Habitada

Como en el despertar de mi piel
                          de mis sentidos
de mis conciencias:
   la de mi siempre mujer y lo de siempre

te siento diferente
    y diferente te invento,
           me invento,

me reconstruyo, no en tus brazos
                sino en los míos
   con los míos

sin poder
  ni empoderada
        ni nueva
            ni renovada

dejó mi mente el desquicio
    atrás,
mucho queda atrás
me aseguro que ni siquiera a mi memoria alcance
           
              hoy de nuevo voy a caminar

ni lluvias
    ni torrenciales
lo fatídico ya no me cabe

La alegría
  Palabra habitada
Habitada de la palabra alegría

domingo, 11 de diciembre de 2011

Deudas de abrazos


Ayer me comí el espanto y la frustración se me anudo en los pómulos,
quizá por eso los cachetes me nacieron hoy más regordetes.
El día me quedó debiendo abrazos y mis deudas crecieron a ton y son,
ni siquiera pude sonreír a la luna o al sol, que a falta de mi coraje, se lloraba en todos lados del cielo a las montañas.
El día me quedó debiendo un abrazo, que a lo mejor no me quise dejar pagar....

Adiós....


Nunca fue fácil decirte adiós,
nunca me fue fácil decirle a adiós a nadie,
tal vez vendrá de ahí mi ateísmo.

Nunca me quise despedir de ningún lugar y
siempre me quise ir de todos:
esfumarme, esconderme, escabullirme, verbos rectores de una vida contingente.

Las palabras en las manos y en la cabeza me brotaban, siempre...
ahí estaban, las correctas, las indicadas, las precisas.
Pero siempre pasaba algo antes que pudieran llegar a mis labios.
Entonces mis ojos aprendieron a hablar.
(Le decía la niña que cómo lloraba, no sabían que lo que hacía era hablar, hablar, hablar.)

Igual y nunca te pude decir adiós. jamás lo haré, ni en los ojos, ni en las manos, mucho menos saldrá de mis labios.

jamás, nunca, siempre...

jamás voy a decirte adiós
nunca voy querer que lo sepás (ver, oír, leer)
siempre, siempre...

jueves, 10 de marzo de 2011

Marzo de los Dolores

Como me dueles marzo,
en toda la memoria,
el el cuerpo donde tu paso se expresa,
en los sueños que en tus días se han roto,
como me dueles sin Otto y Nora,
sin Efraín en el transitar de tus horas,
en los minutos que se cuentan sin Haydee.

Como te lloro golpeado por Ríos en Guate,
Videla en Argentina...

hay marzo de los dolores.
Habrá que tomar por asalto tus soles,
para que en tus lunas se nos espante el terror
y en las voces unidas que gritan justicia,
construyamos camino por los que en tu paso se quisieron llevar,

pero no entendieron marzo querido,
que nunca se han ido por que vos no nos dejás olvidar.

En cada esquina,
es cada calle,
por tus segundos y en tu nombre,
por los que nunca se van,
por los golpes a los que resistimos
sin más que toda nuestra dignidad,
en todos lados escribiremos,
cantaremos,
gritaremos tus segundos de dolor
hasta que lleguemos a la justicia...
                  hasta que la victoria sea realidad.

lunes, 28 de febrero de 2011

Lo que callan los silencios

Mis silencios
             callan la memoria negada de tus besos.

Mis silención
   tan ivadidos de vos
   de tus caricias
   de tu presencia
son un suspiro que calla cuanto te extraño.

Mis silencios callan
ese abrazo a tu espalda
que se me quedó dolido en las manos.

Mis silencios callan
esa conversación al ocaso
que nunca tuvimos
ese llanto callado en mis ventanas
despues de verte y quedarme con las ganas.

Lo que callan los silencios
es esas ganas
de decirte cuanto te quiero
 mientras me ahogo en las impotecias
de tenerte enfrente
y saber que nuevamente
te iras sin mi.

Mis silencios
simplemente sos vos sin mi.

   - 2006 -creo

domingo, 20 de febrero de 2011

De cuando la Correteadora se encuentra al corazoncito con cáncer de ausencia

Tercera parte (pendientes de la segunda)

Eran los días esos de cuando la correteadora empezaba su camino, que se encontró al corazoncito con cáncer de ausencia. Él le había invitado a compartir un pan, que porque la vio muy cansada y hablando y comiendo le dijo que si lo llevaba con ella, pues le contaba su historia. Ella que andaba recolectando cosas para llevarle al sol, se lo metió en su bolsa del pantalón, en la derecha, claro, donde van los corazones que son derechos y que pues tiene cáncer de ausencia.

Una noche en que no ocurrió mucho durante el caminar, mientras comía bajo un árbol de esos medio pandos que crecen cerca de dónde pasan los vientos alisios, lo saco de su bolsa y le dijo: bueno mi corazoncito derecho, ya va siendo hora que me cuentes tu historia. El corazoncito remendado se ruborizó entre las costuras y le dijo un poco avergonzado: veras mi niña, la verdad es que no me acuerdo, cuando te encontré en el camino hacia mucho o poco, no sé, que vagaba por ahí, solo sé que mi dueña me abandonó, se que es dueña porque lo siento, o lo sentí cuando te vi acercarte.

La correteadora se quedo unos segundos pensativa y luego le dijo incrédula: ¿corazoncito, como es que no te acuerdas?
-Así nada más mi niña, yo no tengo antes de vos, memoria de nada... mmm, pero llevo acá unas hojas que creo dicen cual es mi memoria. No puedo leerlas porque no recuerdo tampoco cómo se hace eso.

La correteadora tomó las hojas, que eran eso, hojas de palo de hule, unas bien grandótas, grandótas. Y mientras se preguntaba como es que el corazoncito siendo tan chiquito podía llevar esas hojas, le preguntó si se las podía leer. Y él un poco tímido contestó que estaba bien.

(en las hojas del palo de hule)
Durante algún tiempo nos vimos, muchas veces, nos veíamos, nos mirábamos, y hasta nos tragábamos, glu glu glu, nos bebíamos.

Tarde era ya, como siempre pasa cuando pasa y sólo es ver. Se sentó junto a mí, cerquita, cerquita se sentó. Al rato saque mi corazón y se lo dí.  Y él, porque era un él, no me vio más a mi y se quedo embelesado con mi rojo corazón. Un tiempo pasó y de algún lugar sacó unas tijeras enormes, empezó a cortar mi corazón, con migo ahí, expectante, cómplice, embelesada un poco quizá. Cuando ya estaba cortando el último trozo, un fuerte dolor me atravesó todo el cuerpo, salí de mi pasmo, tomé todos los pedazos de mi pobre corazón y corrí, corrí, corrí... fue entonces que lo ví, a ese que nunca pensé ver, a quien nunca intente encontrar, en quien pensé que no me iba a fijar. Tenía en sus manos una enorme aguja y mucho hilo laaaargo y fuerte. Me sonrió, tiernamente, lindamente me sonrió. Mi corazón se estremeció en todas sus partes, puc, puc, puc, puc, cada pedacito, cada retacito. Envuelta en la ternura de sus ojos me dirigí a ese que no pensé jamás ver y en sus manos entregué mi, más que roto, cortado corazón. Uno a uno coció sus partes, con cuidado, con cariños, los fue pegando, cuando estaba a punto de pegar el último, lo tomó y se lo metió, zaz, zas zas, ¡se lo metió a su boca! Y luego sin mas lo escupió, -guácala, está crudo. Dijo el infeliz. Encendió una hoguera y tiro todo mi corazón ahí. Yo grite horrorizada, indignada haaaaaaaa. Y entonces corazoncito mio te saqué. Pegué el pedazo escupido, te limpie, cure tus heridas. Sí corazón, estabas todo sellado, como cauterizado, con cicatrices por todos lados y entonces te lleve al doctor de corazones. Él doctor te examinó, te tuvo en gran observación, te hizo exámenes y te sacó muestras, te miró en todo aparato que encontró... hasta que me dijo: su corazón no tiene remedio, ya no es capaz de recordar, tiene olvido, si, esta en etapa terminal... su corazón tiene cáncer de ausencia. Yo me puse muy, muy triste corazón. Entonces te tomé de vuelta, te besé, te llore y te dejé en un poniente, para que murieras solo, ahí justo donde se pone el sol y me fui a donde se van los que no tiene corazón, a ninguna parte, así es mi hermoso corazón.

La correteadora terminó de leer y dirigió al corazoncito con cáncer una muy lastimera mirada, esas que salen del corazón izquierdo a los que solo son ya derechos.

Él, el que ya no recuerda, al que le dejaron de pasar, quiso llorar, pero eso también lo había olvidado.

Entonces la Niña Correteadora del Sol le dijo a su amigo: Sabés, hice bien yo en traerte con migo. Vos y yo tenemos muchas cosas en común, por los dos se dieron los demás por vencidos y ahora juntos nos vamos en busca del Sol. Yo para que me deje vivir en los atardeceres y vos para que con su calorcito te cure las ausencias...

Entonces como cada día vio al poniente, ya era hora de empezar la marcha, el sol empezaba a salir. Recogió todo muy rápido y empezó, una vez más el corretear de cada día.

Mientras iniciaba la marcha, el corazón izquierdo de la Niña, le dijo que estaba bien haberlo puesto al otro, al lado derecho en su bolsa, porque bien ella sabia, que con el andar rumbo al sol, en el pas, pas de cada día, el cáncer ese se cura y a lo mejor un día podía el que tiene ausencia volver a pasar, a que le pasen las cosas, a recordar y entonces volvería quizá a ser lo que un corazón es: izquierdo.

Ausencia II


Allí estabas cómo la última vez que te ví
y como entonces
me doliste toda.
Tu ausencia de incluso cuando estabas
quizá sea la cicatriz más horrible que me tenga que aguantar.

Te vi de lejos
en ese puente donde yo sé que no estabas
y entonces
para no tener que ver al que ya no eras
yo también me fuí
y se quedó perdida por ahí
buena parte de mi alegría.

He maldecido sistemas
he llorado cada tanto
y sí
aún lloro de la pena.

A veces tu ausencia 
es el motor y fuerza de mi resistencia
otras es sentencia y condena
que me impide avanzar.

Vos sos
el fracaso de la alegría
en tus perdidas ingratas e insensatas
se encarna él estúpido opresor

vos marginal
vos acallado
vos ignorado
vos abandonado...

Y te fueron quitando de nuestro lado
peor aún
te nos dejamos quitar
te fuiste,
¡no! No fuiste
te abandonamos y no te quedó más que marchar.

Vos sos
vos sos
el reflefjo de mis días
montaña rusa de agonías
Me dolés tanto hasta en la alegría
que es ya poca
y no quiere por aquí pasar...
  --Feb/2011

sábado, 19 de febrero de 2011

Herencia

De mi ascendencia recibí
este corazón podrido de  nostalgia
el llanto milenario atrapado en este par de ojos enamorados de la luna
y la vigorosa fuerza de siempre quedarme con las ganas...
  ...2006

miércoles, 16 de febrero de 2011

Empiezo seriamente a extrañar


Extraño el frío,
mis encuentros con la nada
mi bicicleta. 

Extraño hablar con el espejo
desvelarme escribiendo
contarle cuentos a la luna.

Extraño la lluvia en techo de lámina.  

Este calor asfixiante
ésta frustración
que me viene desde ayer
escuchando lo que no creía saber
pero que me revolvía las entrañas
de puro asco, de indignación

estas ganas de volverme a las noches,
esta impaciencia de derrocar lo que a veces ni entiendo…

y quizá, y para él  o el ajuste de mis hoy talvez me pierdo,
estas ganas de verte,
que me hacen pensar que empiezo también quizá a extrañarte…   

   ... En abril del 2006 me parece-

Ventanas...

En mis ventanas
El sol me espanta las nostalgias

Los movimientos constantes de la vida
Me enseñan que la luna es más que una movida

Los modos se mueven y la vida existe
Y es que la tierra no esta triste

En las ventanas ya no hay nada que esperar
Porque el mundo simplemente es corretear
                                               Nada, nada, que esperar
Hoy parece, parece, que tengo ganas
                                   De rimar…

Corazones Sangrantes

Su rostro pintaba la desesperanza, sus ojos eran como la mismísima
bandera blanca de la rendición.
Tomó aire, busco las llaves del carro y las de su casa, y salió corriendo escaleras a bajo con más
resignación que urgente ansiedad.
Entró en el carro, lo puso a toda marcha, llegó hasta la casa de él, con el carro derribo la puerta de su casa, tiro de una patada la puerta de su cuarto con las pocas
fuerzas que aún le quedaban.
Él estaba allí, recostado en su cama, leyendo, pensando o talvez muriendo.
Sacó, ella, todo el aire que quedaba en sus pulmones y le dijo:  Aquí tiene todo lo que quedo de lo
que nunca tuvimos.
Sacó de su bolsillo una caja, se la entregó, buscó tras las libreras sus atardeceres embotellados, amargos de descuido, olvido e indiferencia.
Se fue cerrando la puerta tras ella.
Él, sin curiosidad y más por inercia, abrió la caja ni siquiera mostró asombro al ver
un corazón palpitante en en el fondo.
Se levantó, caminó hacia el baño y lo tiró por la taza del inodoro, jaló la palanca y siguió en
lo suyo.
Ella, al llegar a su casa, entra al baño a intentar deshacer el nudo que tenía en el pecho.
Justo  cuando empezaba a llorar, de la taza del baño sale enloquecido un corazón roto, herido, muriendo.
Ella lo toma en el aire, se lo mete en el pecho, inquieto y
descompuesto el corazón se escabulle hacia la boca y sale disparado
para estrellarse en el techo del baño.
Ella atónita lo ve esparcirse por todos lados.
Va sintiendo como su cuerpo todo, todo se abandona a
una total convulsión.
Mientras cae ve su pecho abierto, vacío.
Al acto cierra los ojos para despertar en su cama.
Arriba en el techo...
Un espejo que refleja la soledad del tipo que duerme junto a ella.     
  

---03/2006 en una camioneta ruta 72, como si fuera ayer me acuerdo...

lunes, 14 de febrero de 2011

Don Castor y la Esperanza


Así fue vos, me dijo, y se me quedó viendo largo rato.. Su carita de castor sonriente, topo nocturno, de los que se mete en lo más hondo de la tierra para esconderse.
Yo también lo vi, fijo lo vi, con la cara triste quizás, porque triste sentía mi corazón.
Con una sonrisa a medias lo intentaba enfocar, y es que la carita de castor no me interesaba tanto ver. Yo quería ver detrás de esos ojitos que me veían, cuanta tierra habrá tragado señor castor-topo, aveces topo aveces castor.  Y después de un rato pensé: Nunca más veré igual a los vendedores ambulantes, cuantos don nadie, cuantos sin tierra, cuantos "marchantes" he visto en mi vida y me pasan como me pasa nada, porque así ha sido su vida, una vida que solo a ellos les pasa. Bajé mi mirada llena de indignación, pero reconozco que aun en ella había cierto deje de vergüenza. Don Castor ahora esta peleando la tierra que las escorias y sus
engendros le arrebataron.  Yo sigo parada a la orilla de la carretera sin entender ese deje de vergüenza, con unas ganas de tirarme al monte a llorar amargamente.
Don Castor pasa al lado mío, me saludo con su pequeña mano y lo veo partir con la misma sonrisa de siempre.  Pienso un momento y me digo como consuelo: Al menos los malditos no le quitaron su esperanza.

Correteando al sol

Primera parte.


Devíste ver el atardecer aquí,
Yo lo vi desde mis
ventanas
Ahora hace frío, pero mi alma guarda abrigo
al recordar como sin cautela,
decidido,
irrumpió en mis ojos mantequilla
y los fue derritiendo con su cálida nostalgia,
con su calor
hasta que dejo un manantial de catarsis
que se fue haciendo humo
mientras él se fue como vino
silencioso, clandestino.

De cuando la correteadora empieza su corretear.

Cansancio no podría ser precisamente la palabra que describa como me siento. El calor del medio día ya se deja sentir en mi espalda, talvez deba sentarme en esa roca a descansar.
Descansar no es precisamente lo que necesito, si necesitara descansar, cansancio sería una buena palabra para describir lo que siento.
Talvez solo debiera sentarme en esa roca a pensar.
Tengo en mi bolsillo derecho un corazoncito con cáncer de ausencia. Es que cuando era de mañana el pobrecito se enamoro de la nostalgia.
Talvez debiera comprar una brújula y cargarla al pecho, pero igual ¿quién me va a enseñar a componer el sur? Si cuando el sol se pone rojo se que es la hora del café con suspiro pero no que hora es.
Debería subirme a esa loma para ver el amanecer de ayer –talvez así pueda adelantar camino-, pero aquí en la piedra se está muy bien.
En mi bolsillo izquierdo tengo un espejo, allí guardo mis ventanas. Cuando las ventanas se abren, un par de ojos lunáticos se carcajean de mis medias naranjas. A veces se escapan, y hacen como que ya no quieren regresar. Una vez que era de noche, las ventanas los dejaron que vieran la luna, los ojos curiosos la vieron de tal forma que se enamoraron de ella y ahora cada que pueden se escapan a coquetearle, así, así se abren y se cierran, se ponen bizbirindos, lagrimean, se ponen tristes, cálidos, alegres, pero la luna, ni los pela. Que dizque es muy bonita, la luna, para hacerle caso a un par de ojos buscones.


Cuando salí de casa no tenía a donde ir. Por eso me vine para acá, ya con el tiempo no se está tan mal, por lo menos se esta mejor que en casa. Cuando él se fue le gritó a su esposa –yo hace tiempo perdí a Dios. Yo nunca entendí como podía perder algo que aún pronuncia con mayúscula, bueno yo no entendí muchas cosas entonces, tampoco creo ahora entenderlas. Cuando ella lo vio largarse se sentó en la puerta a esperarlo, y así estuvo durante mucho tiempo, no había forma de sacarla de la puerta, cuando vos le decías –que haces ahí vení entráte. Ella te decía –estoy esperándolo, un día va a regresar y entonces le voy a decir que se largue y que no regrese, que aquí nadie lo necesita. Y ahí se estuvo esperándolo, noche y día, tarde y maña. Vos mirabas el reloj y eran las tres, o de mañana o de la tarde, y ahí estaba igual si eran las cuatro, o las cinco. Hasta que un día ya no estaba. Yo no vi cuando se fue, un día nomás no estaba, cuando pregunté a donde se fue mamá alguien, no recuerdo bien quien, me dijo que alguien más le dijo, que su hermano le pregunto al verla levantarse que a donde iba y ella dijo que no iba a esperarlo más, que ella no estaba para esas cosas, así que mejor se iba a buscarlo para decirle que ya no lo iba a esperar y que mejor ya no regresara para que ella le dijera lo que le tenía que decir, que ya para qué se molestaba.
Me quedé sola un tiempo, allí en esa casa donde al principio vivíamos tres y ya luego solo yo. El hermano de la que se fue -así le llamaban, la que se fue, o sí la llamaba yo- le dijo a el señor que vivía cerca de donde vivía yo, o sea a mi vecino, que no me iba llevar a su casa porque si mis progenitores estaban locos y yo parecía muy rara no quería contagiar a su familia. Entonces me quedé solita, me llevaba cosas para comer y mi vecino se encargaba de mí, así era como le decía a los demás –yo me encargo de ella. Pero ya no me gustaba esa casa tan fea, tan rara. Un día que fui a la escuela le pregunte a la maestra, maestra en donde viven los atardeceres, la maestra me dijo no sé qué cosas raras de que la tierra gira y el sol también y no se qué cosas más, al final solo le entendí no sé que de algo llamado occidente u oeste, entonces me dispuse a seguir al sol. Una vez el que era mi papá antes de que se le perdiera un tal dios con mayúscula, me dijo que el sol vivía en el atardecer, que todas las mañanas se le podía ver, a el sol, salir de un lugar nombrado alba o amanecer -depende del nombrante- rumbo a su casa el atardecer u ocaso –este se nombra tal o cual más bien por el estado de ánimo del nombrante que por el nombrante mismo- . Otra vez yo le dije a este que era mi papá que quería cazar atardeceres, agarrarlos y meterlos en la ventana de mi cuarto para que todos los momentos fueran atardeceres, pero él –el que era mi papá- me dijo que eso no se podía porque entonces el sol se iba a quedar sin casa y no iba a saber a donde ir –entonces me contó lo del sol y su casa- entonces yo pensé que mejor en vez de cazarlo lo iba a buscar un día para vivir ahí, eso claro si el sol me dejaba vivir con él. Entonces al ratotote que me quedé solita me puse a ver donde era que quedaba la dirección exacta del atardecer y como no entendí eso de girar y días y occidentes de apellido oeste, pues mejor me dije vámonos a seguir al sol. Entonces un día que me levanto bien tempranito para esperarlo y que me agarro una mochila con comida para el viaje y un librito de colorear para llevárselo al sol de regalo y así me deje vivir con él. Lo esperé y ya cuando lo vi que me pongo a seguirlo, pero este sol condenado que camina bien rápido y siempre me deja atrás, entonces cuando lo miro que el ya llegó, me quedo esperando a que salga de nuevo de su casa que le llaman alba o que le llaman amanecer, o que otros que le llaman aurora, así me lo dijo un señor que me encontré una vez.
A veces que me encuentro cosas y que son bonitas me las guardo en la mochila para que cuando llegue allá al atardecer se las regalo al sol y así me deja vivir con el. Una vez me encontré un corazoncito que tenía cara de enfermo yo le dije, buenas señor corazoncito y el me dijo buenas. El me invitó a sentarme con el que dis que porque me veía cansada yo le dije que cansada no estaba que lo que estaba era con hambre y el me compartió un su pan que se estaba comiendo, ya no me acuerdo que tenía el pan. Después le pregunté que qué tenía –él corazoncito no el pan claro- y el me dijo que tenía cáncer de ausencia, a mí que siempre me dijeron que era bien curiosa me dio por preguntarle porque le dio eso y el me dijo que porque se había enamorado de la nostalgia y que sí lo llevaba con migo al atardecer me contaba su historia y entonces pos no le metía a la mochila lo puse aquí en mi bolsa derecha, y es que como en la izquierda ya tenía corazón, me acordé de eso que dicen que la derecha no tiene…